Intensidad.

De repente, cuando menos lo pensás, comenzás a olvidar. Te deja de doler. Recordás, sí, pero ya no es el mismo el sentimiento que te atraviesa. Ya no existe la misma intensidad. Ya empezaste a guardar eso que sentías, sin querer comprendiste que es algo del pasado: ya pasó. Y está bueno guardarlo, para qué vamos a pretender que no pasó? para qué vamos a intentar olvidarlo? No! Recordemos, pero como se debe: como algo que sucedió en su momento. En ese instante fue lo adecuado, fue lo que el destino quiso, fue lo que tenía que ser. Y lo sentimos fuerte, intenso. Lo sentimos con todo el cuerpo, con el alma, con lo que lo hayamos sentido. Pero hoy es presente, y hay otras cosas sucediendo. Hay que darles lugar a que esas nuevas cosas nos llenen de esa intensidad, de esa emoción.. porque son nuevas. Porque son increíbles, inimaginables, imperceptibles. Lo pasado ya no tiene sorpresa, ya no es nuevo, ya no puede generar lo mismo. No lo olvidemos, pero tampoco nos olvidemos del presente. Ni mucho menos del futuro. Que no nos ataque, vayamos nosotros, ataquemos lo que aún no conocemos. 
Formemos nuevas intensidades, para después poder recordarlas..Y así, toda la vida. 

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